Te empeñas en separarte de la verdad y vas buscando tu identidad en cada esquina, en cada lágrima, en cada sonrisa fingida.
Es como buscar un tesoro en un laberinto sin mapa, ¿no crees? Y mientras más buscas, más te pierdes. De ahí tu sufrir, ese peso que cargas a cuestas como una mochila llena de piedras.
Tu único propósito parece ser romper con lo que no eres, con esa máscara que te has puesto para encajar, para ser alguien que no eres.
Pero esa máscara te está asfixiando, te está cegando.
Tú y yo somos iguales, dos almas desnudas bajo esta piel, aunque te empeñes en creer en ese cuento absurdo de que eres diferente, de que estás solo en esto.
Te empeñas en huir de ti mismo, en buscar la felicidad en lugares equivocados. Crees que cambiando de escenario, de personas, de trabajo, encontrarás la paz que tanto anhelas.
Pero la verdad es que la felicidad está dentro de ti, esperando ser descubierta. Tu único propósito es dejar de buscar fuera lo que ya tienes dentro.
Tú y yo somos iguales, dos almas imperfectas en busca de la perfección.
Y la perfección no existe, al menos no de la forma en que la imaginamos.
Somos lo que somos, con nuestras luces y nuestras sombras, y eso está bien.
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